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Considere apropiado en este dia
recordar a esta bellisima mujer,
compartiendo parte de su historia
y este poema.
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A traves de el y de la vida
de esta poetiza amada,
dejo mi mensaje de amor
a todas las mujeres del mundo!!!!!
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Abu
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EL DULCE MILAGRO
¿Que es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos, y en ellas,
¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.
Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.
Y murmura al verme la gente que pasa:
"¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas!"
¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de éstos y que sólo entiende
Que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!
Que requiere líneas y color y forma,
y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: "Voy con la dulzura",
de inmediato buscan a la criatura.
Que me digan loca, que en celda me encierren
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo carcelero fiel.
Cantaré lo mismo: "Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen".
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!
Juana de Ibarbourou
El 8 de marzo se cumplirán
125 años del nacimiento de Juana de Ibarbourou. La fecha coincide con el
Día Internacional de la Mujer; bien podemos decir que es una feliz
coincidencia.
Juana fue una gran mujer que logró muy tempranamente lo
que siempre ambicionó: ser una escritora famosa.
En 1919, con su primer
libro, Las lenguas de diamante, de poesía audaz y transgresora,
deslumbró al mundo de habla hispana. Con su belleza y talento cautivó a
los poetas de su tiempo.
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"[…] Me ha sorprendido gratísimamente la castísima
desnudez espiritual de las poesías de usted, tan frescas y tan
ardorosas", le escribió Miguel de Unamuno, luego de leer Las lenguas de
diamante.
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La propia Juana le había mandado el libro al filósofo y
poeta vasco, a Salamanca. ¿No era una audacia de Juana enviarle a
Unamuno su libro y pedirle una opinión? Sin dudas que sí.
Era también su
forma de plantarse ante la vida.
La carta de don Miguel resultó
profética y no fue un cumplido: "Claro que en sus poesías hay
desigualdades. […] Lo que sí creo es que debe dejar usted las tristezas
para cuando estas lleguen, que desgraciadamente, teniendo como usted
tiene un alma sensible y hasta ardiente, le vendrán".
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La respuesta de Unamuno y un posterior comentario que
el escritor español escribió en el diario La Nación de Buenos Aires,
fueron el comienzo de su éxito.
Diez años después, el 10 de agosto de
1929, fue consagrada Juana de América en una ceremonia en la que recibió
honores de jefe de Estado.
Para entonces sus poemas La higuera, La
hora, Rebelde y Vida garfio, entre otros, eran recitados en las escuelas
y liceos de ambas márgenes del Río de la Plata.
Una pueblerina que
sedujo a Hispanoamérica.
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Simplemente Juana.
¿Cuándo podemos decir que un artista ha calado hondo
en la gente? Cuando solo al pronunciar su nombre de pila todos reconocen
de quién hablamos. Eso sucedió con Juana desde que fue coronada reina
de América.
Juana nació el 8 de marzo de 1892 en la villa de
Melo. Allí se encuentra, hoy transformada en museo, la que fuera su
casa, ubicada en la calle Treinta y Tres 317. La propiedad atesora
muebles y objetos que pertenecieron a la poetisa.
Su padre, don Vicente Fernández, fue un criador de
gallos de riña. Su madre, Valentina Morales, ama de casa. No fue feliz
su infancia. Su padre, tenía dos hogares simultáneos. A pocas cuadras de
su casa convivía con otra mujer y tenía otros dos hijos. No obstante,
la propia Juana pintó en 1944, con Chico Carlo, desde un presente de
soledad, una niñez soñada y un Melo de ensueño.
En 1914, y con 22 años, se casó con el capitán del
Ejército Lucas de Ibarbourou, y se marchó de Cerro Largo. De su marido
tomó para siempre el apellido. En 1916 nació su único hijo, Julio César.
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El precio de la gloria.
Juana ambicionó siempre la gloria, pero nunca había
soñado con llegar tan lejos. Tampoco imaginaba el precio que pagaría por
tanta popularidad. La fama no solo le trajo el afecto de sus
compatriotas y la admiración de figuras como Federico García Lorca y
Juan Ramón Jiménez, que la visitaron en su casa en Montevideo, sino
también dolor e incomprensión.
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La violencia de género, ejercida por su marido
primero y por su hijo después, fue una de las contracaras de su talento.
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Las lenguas de diamante, El cántaro fresco (prosa) y
Raíz Salvaje la consagraron. Siguieron La rosa de los vientos en 1930 y
en 1934 Los Loores de Nuestra Señora y Estampas de la Biblia. Por estos
dos últimos recibió furibundas críticas que llegaron a calificarla de
mística delirante. Había cometido el pecado de expresar su fe católica
en un país anticlerical. Volvió a publicar poesía en 1950, con Perdida.
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Su verdadero amor.
En 1942, Juana enviudó. Y en 1947, conoció a su
verdadero amor. Fue el médico argentino Eduardo De Robertis, exiliado en
Montevideo durante el gobierno de Perón.
Juana tenía 60 años; él quince años menos,
estaba casado y tenía dos hijos. Lo que De Robertis significó para
Juana, ella misma lo contó en varios poemas contenidos en el libro
Romances del destino.
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Encerrada en su casa de la avenida 8 de Octubre,
sufría la indiferencia y las críticas maliciosas de varios de los
integrantes de la Generación del 45.
Aun así, escribía y publicaba en el
exterior y en las universidades más prestigiosas de Europa y Estados
Unidos, su obra era —y es— estudiada.
Ver el mundo a través de una ventana. Ésa era su rutina.
"Simultáneamente, me han llegado cuatro invitaciones
para viajar: Madrid, Galicia, Colombia e Israel", le escribía, en
noviembre de 1962, al periodista Hugo Petraglia Aguirre. "Pero tú sabés
que hasta la esquina de mi casa resulta lejana e inaccesible para mí.
[…] Mi destino será el mundo a través de los vidrios de mi ventana".
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En julio de 1979, murió. Tenía 87 años.
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