Érase una vez un sabio muy conocido que vivía en una montaña del Himalaya. Cansado de convivir con los hombres, había optado por una vida sencilla, y pasaba la mayor parte de su tiempo meditando.
Su fama, no obstante, era tan grande que las personas estaban dispuestas a caminar por estrechos senderos, subir colinas escarpadas, o vadear caudalosos ríos, apenas para conocer a aquel hombre santo, al que creían capaz de resolver cualquier angustia del corazón humano.
Este sabio, como era un hombre muy compasivo, no dejaba de dar un consejo aquí y otro allá, pero procuraba librarse cuanto antes de los visitantes no deseados. A pesar de todo, éstos aparecían en grupos cada vez mayores y, en cierta ocasión, una multitud se agolpó a su puerta diciendo que en el periódico local se habían publicado bellas historias sobre él, y que todos estaban seguros de que sabía cómo superar las dificultades de la vida.
El sabio nada dijo; les pidió a todos que se sentasen y esperasen. Pasaron tres días, y no paraba de llegar gente. Cuando ya no quedaba espacio para nadie más, él se dirigió a la muchedumbre que esperaba frente a su puerta:
-Os os voy a dar la respuesta que todos queréis. Pero debéis prometerme que, a medida que vuestros problemas se solucionen, les diréis a los nuevos peregrinos que me fui de aquí, de manera que yo pueda continuar viviendo en la soledad que tanto anhelo. Los hombres y mujeres presentes hicieron un juramento sagrado: si el sabio cumpliese lo prometido, ellos no dejarían que ningún otro peregrino subiese a la montaña.
-Contadme vuestros problemas – pidió entonces el sabio.
Alguien comenzó a hablar, pero fue inmediatamente interrumpido por otras personas, ya que sabían que aquélla era la última audiencia pública que el hombre santo daría, y temían que no tuviera tiempo de escucharlos a todos. A los pocos minutos, la situación ya era caótica: multitud de voces gritando al mismo tiempo, gente llorando, hombres y mujeres arrancándose los cabellos de desesperación, ante la imposibilidad de hacerse oír.
El sabio dejó que la escena se prolongase un poco más, y por fin gritó:
-¡Silencio!
La multitud enmudeció inmediatamente.
-Escribid vuestros problemas y dejad los papeles aquí, frente a mí.
Cuando todos terminaron, el sabio mezcló todos los papeles en una cesta, pidiendo a continuación:
-Id pasando esta cesta de mano en mano, y que cada uno saque un papel y lo lea. Entonces podréis cambiar vuestro problema por el que os ha tocado, o pedir que os devuelvan el papel con el problema que escribisteis originalmente.
Todos los presentes fueron tomando una de las hojas de papel, la leyeron, y quedaron horrorizados. Sacaron como conclusión que aquello que habían escrito, por muy malo que fuese, no era tan serio como lo que afligía a sus vecinos. Dos horas después, intercambiaron los papeles, y cada uno volvió a meter en su bolsillo su problema personal, aliviado al saber que su aflicción no era tan dura como se imaginaba.
Agradecieron la lección, bajaron la montaña con la seguridad de que eran más felices que los demás, y –cumpliendo el juramento realizado- nunca más permitieron que nadie perturbase la paz de aquel hombre santo.
Paulo Coelho
.
.
.
.
.
Que bueno salir de nuestra burbuja de quejas y observar nuestro entorno, veríamos seres con vidas muchisimo mas complicadas que la nuestra.
Como se dice: " todo lo que reluce no siempre es oro", o cada casa es un mundo"
No es que nos conformemos pero, creo que si que valoremos lo que tenemos y de lo posible irlo mejorando para bien nuestro y de nuestro entorno, y.....así en mas.
Solidarida y un abrazo fraterno con las victimas de inundaciones en mi pais
Y al pueblo mexicano ante el pasaje desvastador de un ciclon
Solidarida y un abrazo fraterno con las victimas de inundaciones en mi pais
Y al pueblo mexicano ante el pasaje desvastador de un ciclon
.
.
.
Abu
.
.
Abuela, esta historia no necesita agregados. En lo personal, debo confesar que cada vez que me encuentro en problemas propios, me acuerdo de pensar aún mas en ayudar a otro y así salgo adelante, ya que lo mío toma la verdadera dimensión.... Siempre viene bien olvidarse un poco de uno mismo para pensar en el que está al lado y no atiborrarse de autocompasiones innecesarias.... ¡gracias amiga!
ResponderEliminarSiento mucho el sufrimiento de la gente por las inundaciones de tu País así como lo de México, siempre pasa algo cuando menos lo esperamos, por eso hay que aprovechar cuando estamos bien para disfrutar mientras podamos...
ResponderEliminarBesos y salud
¡ Qué hermosa reflexión que traen tus escritos abu' querida y qué gratificante comenzar de nuevo en mi camino, éste el de Las Letras, leyéndote, es simplemente maravilloso: ¡ gracias !
ResponderEliminarMis cariños de siempre :)
Como siempre digo, cada uno lleva la carga que es capaz de soportar, aunque no lo note.
ResponderEliminarLindo relato.
Muchas veces nos quejamos por nimiedades si. Pararnos a pensar que otras personas síque tienen verdaderos problemas en sus vidas.
ResponderEliminarTu relato es muy aleccionador. Gracias.
Un abrazo.
Muy buena entrada
ResponderEliminarBesos
Todos llevamos nuestra cruz cada día, y seguro nunca la cambiaríamos por la del vecino si supiéramos sus realidades.
ResponderEliminarNo hay más que mirar alrededor y vemos que nuestro problema es mínimo.
ResponderEliminarQue historia tan buena!!!!
ResponderEliminar¡EXELENTE!!!
abrazos Abu
Eso pasa porque nos gusta mucho mirarnos el ombligo y creernos el centro del Universo.
ResponderEliminarBesos Abu.
Muy sabia lección. Y ¡Gracias Abu! Los daños son incuantificables en las zonas afectadas... Desconocía lo de la inundación. Mi sincera correspondencia para el pueblo que se haya visto afectado, de tu país.
ResponderEliminar¡A ti un grandísimo abrazo!!
Me enteré de como cayo piedra por ahí,aqui parece ser que en breve,besos y espero no rompa mucho el jardín.
ResponderEliminar